Mompiche tiembla a 31 días del terremoto de Pedernales
Fotografía: JosepVecino/Semana 56 —
Hoy se cumplía un mes y un día del terremoto y se lo recordó con la fuerza de dos nuevas réplicas. En Quito, nos hizo saltar de la cama, a las 02:56, y pensar en la Costa, en las personas con las que he compartido en este mes, a quienes las he visto reír y llorar, que han perdido sus familias, sus casas, sus vidas.
Como hace un mes, el terremoto nos agarró con sorpresa, pero con el cuerpo más preparado, aunque nunca nos acostumbraremos. No queremos. No debemos. Pero sí tenemos que estar preparados para emergencias de esta magnitud.
Hubo miedo, y bastante, por la sacudida, el ruido de los cristales, la gente bajando de los altos edificios. Así salió el sol y todos fuimos a trabajar. El comentario general fue ese temblor y cuando aún se hablaba de él, a las 11:46, otra vez se agitó Quito. Fue menos intenso y más corto, pero el susto se repitió. Ecuador afrontaba, por segunda vez, una fuerte réplica del terremoto, en el sector de Mompiche, al sur de Esmeraldas.
Esto, sin embargo, no se compara con lo ocurrido el sábado 16 de abril. Por como vibraron las casas, uno ya se imagina que en algún sitio las cosas pueden ser peores, pero nunca lo que acaba mostrando la realidad. En minutos, las redes sociales se colapsaron de noticas, de primeras imágenes y de testimonios de algo difícil de superar.
Ya sonaba la magnitud del desastre en Pedernales, Canoa, Jama o Portoviejo. Durante esa noche, entre los miles de mensajes y llamadas, las agencias de prensa, los medios de comunicación se ponen en marcha. Rápido armamos los equipos y un poquito de equipaje para algo que uno nunca sabe; lo básico para el día a día de estas coberturas.
En horas ya estábamos en marcha en el vehículo y atentos al estado de las carreteras, que nos podían llevar a esos lugares. Primero pensamos en ir directo a Pedernales, por las noticias que llegaban de una ciudad devastada. Con algo de suerte, contactamos con una unidad de bomberos que viajaba a atender la emergencia, rescatistas que aprovechan las horas de la madrugada para un pequeño descanso de lo que iba a ser un primer y muy largo día. El convoy tuvo una primera parada con la salida del sol, donde se buscó información sobre las vías, lo que ya estaba marcado por una sensación rara, como que lo que nos esperaba de seguro nos iba a superar.
De nuevo en marcha, dormir un poco, revisar el equipo, preparar las cámaras y otra vez nos detuvimos. No era posible pasar un deslave, un vaivén de personas cruzaban de un lado a otro, la mayoría querían salir de la zona y otras cuantas seguir hacia la zona afectada.
Cambio de planes. Íbamos hacia Manta, en donde los equipos que se transportaban podían ser útiles allí. Yo quería llegar a Pedernales y con otros compañeros pensamos probar suerte y bajarnos a la mitad de la ruta y buscar otro medio de transporte.
Mientras tomábamos decisiones, llegamos a El Carmen y aquí se gira de nuevo la suerte y decidieron ir a Pedernales. El Carmen ya dibujaba una idea, breve, de lo ocurrido: casas colapsadas, grietas y una ciudad donde el miedo estaba presente. La gente quiere volver a sus hogares, pero muchos ya son escombros. Lágrimas o dar gracias que toda la familia estaba bien. Tocaba recuperar lo que se ha salvado.
De nuevo en el vehículo. Ahora había algo de silencio. La carretera nos dijo que Pedernales estuvo muy cerca del epicentro. La entrada a la ciudad nos golpeó. Saltamos del transporte de los bomberos y comenzamos a fotografiar, a documentar, lo que estaba sucediendo. El calor sofocaba tanto como las escenas que se sucedían. El terremoto sacudió con fuerza, transformó edificios de 4 plantas en metros de escombros, una ciudad de donde salir, carros llenos de los enseres salvados que querían abandonar el lugar donde vivieron, gasolinera llena, donde cargar y marcharse… Hubo tensión, los primeros militares y policías debieron intervenir.
Así como uno se adentra en la ciudad, esta es un cúmulo de escombros, de personas en estado se shock, de quien tiene a sus familiares bajo toneladas de ruinas y esperanzas, por qué no, por qué no van a estar vivas. Rescatistas, militares, policías, personas voluntarias de un lado a otro.
Máquinas que movían los escombros y polémica por si tan pronto debían de intervenir, situaciones donde familiares piden ayuda porque han escuchado a los suyos pedir socorro; horas de angustia, horas después donde aparecen los cuerpos sin vida.
Avanzaba la tarde y en un estadio improvisado como COE, las furgonetas con los primeros cuerpos entraban y salían. Llegaba la noche y las calles se llenaban de las personas que habían quedado en la ciudad para cuidar sus casas o porque no tenían cómo salir. Las calles ya no solo se llenaban de escombros, sino de colchones; el miedo no da para dormir dentro de las casas que han quedado en pie.
Los rescates siguieron hasta el amanecer. Debo retirarme, preparar el material y enviarlo. Gracias al Cuerpo de Bomberos tenemos un rincón en una carpa donde descansar unas horas.
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