Tradiciones ancestrales en el espacio urbano
Las ciudades, las grandes urbes, lindan con las tradiciones ancestrales, costumbres que han formado parte de esos espacios, pero que el desarrollo, la religión católica o la imposición de nuevos elementos culturales han sepultado o relegado al entorno rural.
No es un fenómeno nuevo: con la llegada de los colonizadores, las primeras ciudades se levantaron sobre los asentamientos de las personas que ya vivían en el lugar, muchas iglesias católicas están sobre antiguos lugares de culto de otras civilizaciones… La transformación del espacio urbano no responde a preservar esos espacios y de alguna manera dificulta un flujo natural en la celebración de las costumbres ancestrales.
En los últimos años, en cambio, con la llegada del modelo de ocio=consumo, se ha apostado por los centros comerciales como lugar de encuentro, donde el eje es propiciar el consumo continuo; pasear, comer, ver una película y comprar todo en un mismo lugar. Cada vez más común que también acaben absorbiendo y transformando en puro espectáculo muchas de estas celebraciones, porque hasta procesiones religiosas se han celebrado dentro de estos centros comerciales.
Por ende, el modelo de barrio, de tiendita, de grupo de personas que luchan por mantener estas tradiciones, se va perdiendo y con las nuevas generaciones cada vez es más difícil, pues estas optan por estos nuevos modelos de ocio y ciudad.
Hace unas semanas, en el sur de Quito, se celebró el Coya Raimi, que en los tiempos de los incas era una fiesta especial de la reina y la luna, una festividad donde las mujeres celebran ceremonias pidiendo a la luna que sea una buena época de lluvias, para que la pacha mama o madre tierra sea fértil y sus cultivos sean prósperos.
La procesión de danzantes, música, olor a palosanto, terminó en una plaza nueva que el Municipio ha construido hace poco, gracias a la presión y lucha de los comerciantes locales. Así, un espacio de ocio y consumo que durante unas horas fue tomado por las ganas de mantener vivas esas tradiciones que hace tan rica esta cultura. Así como llegaban a ritmo de música y color, la gente dejaba de deambular entre puestos para formar parte del círculo, aprender de las creencias ancestrales y saludar a los elementos de la naturaleza.