Para ser demonio, hay que ser un santito
La imagen de un hombre rojo, con cuernos y que ‘arde en llamas’ se multiplica y toma las calles de algunas ciudades del Ecuador. Irreverentes, los diablos conquistan las miradas de quienes intentan huir de lo prohibido. Con su danza y un poquito de trago engatusan y calman el susto del público.
La conquista española trajo a Latinoamérica varias creencias que se quedaron en el imaginario de millones de personas, una de ellas es el demonio. En ciertas comunidades es el protagonista de las fiestas populares, pero para los ancestros, el Aya (diablo) era el espíritu que permitía la siembra del maíz, simbolizaba el erotismo y el fuego, según Alberto Taxo, educador de la cosmovisión andina.
Con el mestizaje este personaje tomó algunos rumbos, unos religiosos y otros protestantes.

fotografías:Josep Vecino
En Píllaro, localidad ubicada en la provincia de Tungurahua, por el día de los inocentes se lo representa con máscaras sofisticadas. Néstor Bonilla, integrante de la diablada, explicó que más allá de lo excéntrico de la celebración, este desfile forma parte de una cultura contestaría que se manifiesta a través de la danza con la toma de los espacios públicos, en donde se encuentra el poder local. Para ellos realizar esta actividad es “reivindicar la presencia de la ruralidad”. Los encuentros comunitarios son pocos por eso aprovechan esos días para transmitir las tradiciones a las nuevas generaciones.
A 60 kilómetros de Guayaquil se encuentra el cantón Jujan, en agosto se realiza la danza de los Mojigos, allí la población sale a las calles disfrazada de quienes en las leyendas asustaban a los pobladores. Santiago Medrano, con su larga capa roja y un látigo en mano, monta sobre un caballo, él es el diablo y a su alrededor bailan las demás criaturas de ultratumba. Por un día al año, en la región costeña se desafía a quien por décadas impuso el orden a costa de temores y miedos.
Pero estos sujetos infernales no son fúnebres, el colorido es parte del ser sobrenatural. Los diablos de Hojalata no pueden pasar desapercibido. En enero, habitantes del barrio Santa Rosa, ubicado en Riobamba, capital de Chimborazo, salen con sus atuendos a representarlo. Quien participa de esta ceremonia debe hacerlo por siete años consecutivos, así que jugar al papel de Satanás implica una gran responsabilidad con la comunidad, comentó Eduardo Yumiquinga, participante.
En Alangasí, parroquia de Quito, un demonio debe ser ‘buenito’, es contradictorio pero es un requisito, debe mantener una conducta correcta, sobre todo en Semana Santa que es la época en que se manifiestan. Quien representa al mal no puede caer en la tentación, solo provocarla