Una bandera de lucha navega sobre un diálogo incierto
Fotografias: Zitouna Auryn – Josep Vecino
Una pancarta, una bandera, un pito o simplemente las palmas y los gritos sirvieron para animar la movilización del Primero de mayo en la capital del Ecuador. En cada esquina del Centro Histórico se escuchaban las consignas populares que se hacían eco de la lucha y de la unidad.
Unidad es una palabra en crisis tras 10 años de estrategias políticas impulsadas desde el gobierno de Rafael Correa, mismas que se han encargado de dividir a cada gremio, asociación o sindicato. La creación de organizaciones paralelas de docentes, médicos, obreros, entre otras han debilitado a la clase trabajadora con la aprobación de leyes y reformas que castigan sus derechos. Sin embargo, el pueblo no olvida la historia y una vez más salió a las calles para conmemorar el día del trabajo en una época difícil.
“No hay empleo, nosotros vivimos de la construcción” era una de las frases que los albañiles impregnaron en hojas para repartir a los asistentes, como este, otros reclamos se expresaron en los diferentes carteles. A muchos les bastó con escribir dos líneas o par de palabras para revelar ante los presentes y las cámaras de los medios de comunicación su realidad, sea desde el desempleo o desde las complicaciones que se presentan en cualquier oficio.
Parecería que en estos espacios los reclamos se escucharan, pero los representantes del gobierno se concentraron en Manabí para desde allí para fortalecer el bloque oficialista. En sus discursos, el presidente electo Lenín Moreno manifestó “no somos un país dividido (…) nuestro Gobierno será de todo un pueblo” y para esta unión el oficialismo propone el diálogo.
Las conversaciones entre trabajadores y el gobierno también fue abordado por los dirigentes sindicales de oposición, ” No queremos un diálogo de sordos (…) porque las condiciones serán las mismas que del gobierno anterior”, dijo Mesías Tatamuez, representante de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas Unitaria de Trabajadores (Cedocut).
Mientras los representantes dictaban discursos sobre las condiciones para un posible acuerdo, los trabajadores en medio de la multitud con sus gestos o comentarios manifestaron su desconfianza a un gobierno heredero de un proyecto político, que durante una década los ha perjudicado en sus derechos y economía.
En la incertidumbre de lo que sucederá en los próximos días con el cambio de mando, los manifestantes recordaron la huelga de los 200 mil obreros de Chicago que en 1886 reivindicaron las ocho horas de jornada laboral.