Hay entrevistas que sabes que te van a atravesar, se van a quedar en ti, a transcender al mero hecho periodístico, a su propio género. Faltará tiempo y preguntas, no respuestas. Es difícil no sentir un vacío al terminar. ¿Cómo se equilibra el tiempo de lo vivido con el espacio para realizar una entrevista?
En su gira por Europa y su parada en Barcelona, Aracely y Grace no dudan en buscar un hueco para contar su historia. Ellas son parte del movimiento por nuestros desaparecidos en México. Su viaje visibiliza un desastre humanitario en ese país. Más de 185.000 personas desaparecieron, fueron criminalizadas y olvidadas. Y este problema no nos debería ser ajeno, pues parte de las desapariciones y secuestros responden a la trata de personas, el narcotráfico o el tráfico de órganos.
El día termina en el Mariachi, conocido como el Bar de Manu Chao. Dentro arranca la fiesta, se celebra mucho, hay ganas, sentimientos y reencuentros, el lugar acompaña. Rápido se improvisa un espacio en el almacén. Sentadas en un banco de gimnasio, empezamos entre saludos, personas que se cruzan entre frases y la música de fondo acaba por desaparecer.
5 años y 5 meses
Soy madre de Fernanda Rubí, secuestrada y desaparecida en 2012 en Orizaba, Veracruz (México). Mi nombre es Aracely Salcedo Jiménez. Integro el colectivo de familias de desaparecidos Orizaba-Córdoba y también pertenezco al movimiento por nuestros desaparecidos en México. Decidí organizar el dolor, la rabia y la lucha en un colectivo, porque me di cuenta que yo sola no iba a avanzar a ningún lado. Me encontré que simplemente hubo simulación en el caso de mi hija, nunca se activó ningún protocolo de búsqueda, incluso fue criminalizada por ser mujer, por ser bonita. Pues argumentaban que se había ido de fiesta o que se fue con algún chico.
Entonces empecé a buscar familias que estaban pasando por la misma situación que yo. Me encontré muchas en el camino. En el día de hoy somos más de 150 familias con denuncia. Y muchas más que tienen miedo a denunciar, miedo por las amenazas de la delincuencia organizada y también de la delincuencia autorizada, que viene siendo la autoridad. Una autoridad omisa a toda la situación, que sigue manteniendo que en Veracruz no pasa nada.
Nos dedicamos a la búsqueda en vida, en muerte y fosas clandestinas
Desafortunadamente el tema de las fosas clandestinas es muy grave, no solo en Veracruz, sino en todo el país. En abril de 2016 nos decidimos a organizar la búsqueda de fosas clandestinas, como otras compañeras habían iniciado en otros estados. Nos encontramos que habían muchas, hicimos una campaña difundiendo a través de medios. Pedíamos que si tenían posibles localizaciones de fosas nos las dieran y nosotras íbamos a respetar el anonimato.
En los primeros puntos se encontraron más de 20.000 fragmentos y digo fragmentos porque aquí la delincuencia desaparece a tus familiares doblemente. Te los desaparecen cuando se los llevan y cuando no quieren dejar ningún rastro de ellos. Los deshacen en ácido o los queman en diésel para que no los encontremos.
Ahora nos enfrentamos a un doble problema en que la autoridad nos dice que no tiene ni el personal, ni el dinero suficiente para darle la identidad a tantos y tantos restos.
Aquí seguimos de pie, a pesar de lo que sufrimos, de nuestros errores. Porque yo cometí errores en la búsqueda de Ruby. No estaba preparada, no sabía dónde tenía que dirigirme y en los lugares que pensaba que me iban a ayudar, simplemente me ignoraron. Por eso tuve que aprender, robar esa experiencia a mujeres, a madres que tienen más experiencia que yo.
Al principio me desesperaba al escuchar a compañeras que llevaban tres años en la búsqueda de sus familiares, yo con una semana de su desaparición pensaba que no era posible estar tanto tiempo. Ahora ya tengo cinco años y veo a mamas que llevan nueve años o más en la búsqueda y me veo reflejada en sus ojos, en su dolor, en su angustia. Nos verás reír, pero el dolor te taladra el corazón.
Personas comunes
Soy Grace Fernández, una persona común que busca a su hermano.
Una, solo se puede imaginar lo que se siente. Pero te puedo asegurar que nada que ver cuando realmente pasa, cuando esa persona ya no está, la desaparecen.
Llevo todo este tiempo buscando a mi hermano Dan Jeremeel desapareció en Torreón, Coahuila, el 19 de diciembre de 2008, tenía 34 años y es padre de 5 niños, su hija mayor tenia 14 años cuando sucedió y el menor 3 años.
Era un mexicano común, como a muchos cuando desapareció, lo criminalizaron. “Seguro tu hermano andaba en algo malo“. Eso te dice la autoridad cuando reclamas por su vida. Mi mama y yo, le decíamos a la autoridad: “Si mi hermano anduviera en algo turbio, no nos fregaba a mi mama y a mí para que le ayudáramos con las colegiaturas de sus hijos, andaría con mejor coche y hasta una casa nueva, no? Se le vería el dinero, eso no se oculta“.
Como un mexicano común y corriente, no tuvimos el acceso a la justicia que tuvo un Alejandro Martí, Nelson Vargas, Isabel Wallace o un Diego Fernández de Cevallos que se movilizaron 5 estados para la búsqueda cuando lo secuestraron. Por mi hermano no se movió un solo dedo.
No solo no se movieron, al mes de su desaparición encontraron su vehículo en un operativo antisecuestros. Estaban implicados 5 militares que se dedicaban a secuestrar. Militares activos y de inteligencia. No se investigó nada. Es más se dedicaban a cuestionar por que se divorció mi hermano, por qué tenía buena relación con la mama de sus primeros hijos, que si después de trabajar iba a tomar cerveza o con quien hablaba.
Como una persona común, lo que tuvimos que hacer fue juntarnos con más personas comunes, justo para ir juntas a exigir la búsqueda. Por aquel entonces en Coahuila, estaban dos carteles enfrentados y las personas comunes nos quedamos en medio y empezó una oleada de personas desaparecidas.
En este proceso nos tocó organizarnos, ir a picar piedra al estado y exigir. Primero que les dejaran de llamar criminales, segundo que reconocieran que no eran un o dos, sino que solo acá ya eran 125. Pero sobre todo su búsqueda.
A la vuelta de nueve años, el estado provoco que yo ya no tuviera forma de encontrar a mi hermano. Después de las 72h, se vuelve una lucha de muchos años y seguramente de localización de restos, no de personas con vida. A día de hoy seguimos exigiendo que lo busquen vivo, pues no es nuestra culpa que no hicieran su trabajo.
Para nosotras la vida cambió drásticamente, nos desaparecieron a mi hermano y una parte de nuestras vidas. A mis sobrinos les robaron el futuro, mi hermano afrontaba los gastos de la casa, las colegiaturas, sus cuidados.
Mi mama emocionalmente pasar dos horas bien y el resto del día está mal. Su vida está centrada en la búsqueda de Dan, el 99% de sus llamadas, sus mensajes es su búsqueda. Cuando hablamos de su búsqueda, no solo nos referimos a la investigación del caso. Sino al apoyo a las familias, dar seguimiento a los temas de la ley, el hacer visible la problemática de desaparición. Porque para nosotras todos, todas son Dan.
Finalmente se trasladó Torreón, dejo su trabajo, su casa para estar más cerca en su búsqueda. Yo, como otras personas comunes trabajaba, pero mis ahorros no iban para un carro, una casa o poder casarme. Mis ahorros, mi dinero era para la búsqueda de Dan, para sus hijos. A dos años de su búsqueda me toco decidir o tengo hijos o apoyo a mis sobrinos.
En esto dedicamos nuestra vida y la de nuestros familiares, mi otro hermano no pudo terminar la escuela, porque todo nuestro dinero se destinaba a su búsqueda. El estado no pone un solo peso.
Gracias a la ineptitud, corrupción y falta de voluntad del estado pues a mi también me cambio la vida. Para el crimen, para el gobierno, solo es una persona más que no cuenta, pero de una persona desaparecida somos por lo menos veinte personas comunes afectadas; hijos, hermanos, mamas, etc.
Ahora piensa en las 185 mil personas desaparecidas, somos un mundo de personas que no le interesamos al estado.
Mi vida anterior
Yo vivía en el confort de mi hogar, con mis hijos. Tengo tres hijos y una hija. Tenía una vida tranquila, de trabajo y de familia. Una familia unida donde mis hijos se amaban. A partir de la desaparición de Ruby, se rompe todo. Te quedas sola, sin amigos, sin familia. Porque muchas de esas personas, y no las justifico, no se quieren acercar a ti por el temor a represalias.
He sido acosada, amenazada, he sido perseguida no tan solo por la delincuencia sino también por la autoridad. A la autoridad no le gusta que una visibilice ese tema. Soy de Orizaba considerado como un pueblo mágico e incómoda que se asocie a las desapariciones. Tenemos muchas denuncias por desapariciones en la zona y jamás la autoridad local ha tenido un acercamiento hacia nosotros, ya sea de forma individual o colectiva. Siempre se han negado a darnos un espacio y mucho a menos visibilizar el problema.
Los personas desaparecidas es un tema criminalizado por la autoridad, ya que siempre vendió a la sociedad que todos los desaparecidos son criminales. Cuando los verdaderos criminales están ahí, representándonos como autoridad. Teníamos un exgobernador que primero fue prófugo, ahora detenido y con cargos mínimos por enriquecimiento ilícito, cuando deberían ser cargos máximos por crímenes de lesa humanidad que existieron en su mandato. El mismo que puso a un ex-secretario de seguridad pública y policías detenidos por delincuencia organizada.
Mirar de frente a las desapariciones
Los secuestros y las desapariciones son el día a día de nuestras vidas. Hasta que no lo sufres, crees que a ti no te va a pasar. No tengo dinero, no estoy en temas turbios y lo ves como algo lejano. Recuerdo que antes de que secuestraran a Rubí, vi la foto de una alerta: la desaparición de una pequeña de 7 o 8 años. Me gustaría poder recordar su nombre, me espanté y pensé qué dolor de esa madre buscar a esa chiquita.
Y cuando me paso a mí, se me va la vida. Trato de sobrevivir a todo esto. De seguir adelante, aunque tenga miedo por todo el hostigamiento que he sufrido. Creo firmemente que el miedo más grande que Rubí tiene es que su familia no la busque, que no la olvidemos. Yo no me puedo permitir quedarme en casa sentada a llorar. Lloré mucho, sí, enfermé también.
Recuerdo que estando enferma, desperté en medio de la noche y escuche a Ruby –los psicólogos dicen que es lo que yo quería oír- pero puedo apostar a que si que la escuché. Que medio dormida, en ese sueño escuché que ella me dijo “mami” y me desperté automáticamente y grité su nombre. Corrí a buscarla a su cuarto, por la casa y al no encontrarla, me derrumbé entre lágrimas. Y ese día, acostada, pensé: ¿qué me está pasando? Desde ese momento decidí salir a buscarla.
Mujeres y desapariciones
Por ser mujeres somos doblemente golpeadas; la autoridad nos criminaliza y la sociedad cierra los ojos. Tanto si nos desaparecen, como si somos las que buscamos a las personas desaparecidas. Esa ha sido la estrategia en México, criminalizar a quien desaparece y cerrar los ojos al incremento del feminicidio, la trata, el tráfico de órganos o el narcotráfico. Este país que ostenta la lacra de más de 185 mil personas desaparecidas, empieza a denunciar, luchar y plantar cara a una clase política que nos quiere calladas.
El 99% de quienes buscan somos mujeres
Principalmente madres, pero hermanas, esposas, cuñadas… cambian sus vidas para la búsqueda de familiares. Las mujeres tienen una mayor fortaleza emocional, somos capaces de sacar el dolor y seguir adelante. El dolor de una madre, se dice que no tiene nombre. Esta lucha está escrita por mujeres, si no los buscamos nosotras nadie los va a buscar, caemos, pero no podemos claudicar.
Paradójicamente las mujeres estamos a los dos lados de la balanza. Por un lado, la mayoría de las desaparecidas somos mujeres y, en el otro extremo, somos nosotras quienes buscamos, luchamos. Poco a poco, la sociedad va tomando conciencia, rompiendo con la criminalización, somos menos invisibles. Una sociedad que ya no nos ve como parte del problema, sino de la solución. Pero lo que tenemos que ganar y perder es mucho más importante de lo que puede pensar cualquier persona.
Solo hasta julio de 2017, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio contabilizó 3.174 desaparecidas en los cinco estados. El 70% de ellas menores entre los 10 y 17 años
El dolor de ser madre y perder un hijo es indescriptible, cargué nueve meses a Ruby. Esa sensación de que ya no esté en casa, de que su olor desaparece con el tiempo. Comento con mis compañeras que tengo miedo de olvidar su voz, pues hace mucho tiempo que no la escucho. Pero pienso y me digo como madre: porque la lucha por un hijo no termina y una madre nunca olvida.
Somos parte de la solución y el problema
Prostitución, consumo de drogas, tráfico de órganos, etc., son algunas de las causas por las que nos secuestran o desaparecen. El crimen organizado ha hecho de las desapariciones un lucrativo negocio, un negocio que compra el poder, lo silencia. Muchas de las mujeres desaparecidas son enviadas a EEUU y Europa, redes de trata de personas, la mayoría de ellas a ejercer la prostitución.
El estado de Veracruz, es un paso, un trampolín para sacar a nuestras niñas del país. Me enoja que la autoridad sepa lo que pasa y no haga nada. En menos de 48 horas una de nuestras hijas, uno de nuestros hijos ya no está ni siquiera en el país. Si para nosotras es un esfuerzo atroz en nuestro país, imagina pensar oarticular una búsqueda internacionalmente.
En nuestra gira por Europa, te das cuenta que en muchos lugares no tienen conocimiento de lo que estamos viviendo en México. A este país se le pinta muy bonito, México es cultura, belleza, se come bien rico y yo no le quito eso… pero también estamos viviendo la peor ola en crímenes de lesa humanidad, en temas de trata de personas y no solo de nuestras niñas, de bebés. Tengo chicas que han sido desaparecidas, chicas embarazadas de cinco meses, díganme para qué les sirve una chica embarazada, pues porque tiene doble ganancia.
Y el país cerrado de ojos, simplemente dicen en México no pasa nada
Esto se ha convertido en un negocio donde se maneja mucho dinero, dinero que compra y silencia a las autoridades. Comprar impunidad, secuestrar y desaparecer personas en México sale barato. Pero no olvidemos que como sociedad somos cómplices, consumimos droga y prostitución. Las redes de trata satisfacen a personas que piensan que con dinero pueden disponer de una mujer y hacer con ella lo que se les plazca. Y con esto no me refiero a la satisfacción sexual, sino a la satisfacción inhumana de hacer daño a otra persona.
El dolor
Para nosotras el dolor es parte del proceso, está a flor de piel. Cuando tu pierdes a una persona y fallece, cierras tu proceso. Cuando pierdes a una persona y no sabes qué es de ella, todos los días, todo el día piensas en ella.
Romper a llorar nos ayuda. Cuando hablas de eso, es normal que el sentimiento aflore, nosotras si somos humanas, sino no estaríamos aquí. Como dice Grace, hay que aprender a vivir con el dolor. Solo imaginar que alguien en este momento puede estar haciendo daño a Rubí, que alguien le puede estar haciendo daño en un momento que yo estoy tranquila, pues te parte, me parte el alma. Pues yo hubiera dado todo por ser yo y no ella.
Estoy segura que Rubí, el día que se vio amenazada, el día que se la llevaron estoy 100% segura de que mi niña pensó en su mamá. En qué va a hacer mi mama.
Pienso en cómo me vería mi hija ahora, ella no me conocía así. El dolor, el coraje, la rabia de pensar que alguien le hace daño me hizo salir de ese confort. Ahora me levanto y alzo la voz. Que exijo, que pido, que participo en iniciativas de ley. Ya no solo por ella, por miles. Rubí diría esa no es mi mamá, ella tenía una mamá de casa y seguro que le sorprendería.
Ésta es la realidad, lo que queremos que se sepa. Nosotras, las familias que quedamos así, sin una parte de nosotras. Familias rotas, donde nos toca guardar el dolor para que mis hijos no sufran. Recuerdo cómo mi hijo, me decía: “mami yo también extraño a mi hermana, yo también la amo”. Ahí me di cuenta que esos criminales no solo le habían arrebatado a su hermana, también a su madre. Porque esa madre ya no está en casa, esa madre sale a alzar la voz, a luchar.
Desafortunadamente, para mí, para muchas de nosotras, todo lo que hacemos, nuestra lucha, choca con una sociedad que no entiende, no logramos que pare, sigue pasando.
Aprender a luchar, aprender a cuidarse
Una empieza esta lucha en la búsqueda de sus familiares, con el tiempo suma miles de nombres a su día a día.
En los primeros meses, primeros años te inunda un sentimiento de culpa. Como madres, has pasado todo tu tiempo en el cuidado, el de que esa persona ya no esté es entendido como una pérdida. Cuesta mucho tiempo, años hasta que se cambia ese sentimiento de pérdida, por el que esa vida fue arrebatada, secuestra, desaparecida.
No somos responsables de lo que pasó. Y acababas entendiendo que no había forma alguna de que pudiera hacer algo. Esa tristeza es un reflejo del alma, pero también del cuerpo.
Empiezan los días en los que no duermes, no comes, sufres un estrés insostenible. Con el tiempo pasa esa etapa, en la que solo lloras, que ves que no regresa. Que nadie hace nada. Se canaliza el dolor en ira, en rabia y la fuerza para saber que una es quien la tiene que buscar, que no caiga en el olvido. Que cada minuto cuenta. Es difícil, pero toca hacerse a la idea que para poder encontrarla hay que cuidarse, necesitamos estar bien. Una entiende que el autocuidado es necesario, si a mí me pasa algo nadie más las va a buscar.
Nos tocó volver aprender a reír, a disfrutar de una música. Gracias a las herramientas que nos aportaron muchas organizaciones y la experiencia de compañeras con más años en esta lucha. Dejamos todo a un lado y no es porque no nos lo podamos permitir y no lo merezcamos. Sabemos que no hicimos nada.
Desmontar el cuento de la criminalización
La sociedad civil ha sido esencial para empezar a desmontar el mito que que la mayoría de las personas que desaparecen están en temas turbios, eran criminales.
Desde 2006 hay un antes y un después de Ayotzinapa, si bien los padres y madres de los 43 están la misma situación de conocimiento de lo que pasó con sus hijos, como los nuestros. La realidad es que fue un caso ampliamente mediático, con apoyo internacional e implicación de todos los niveles de gobierno. Que nos sirvió para visibilizar que no todos son criminales, que es mentira que son personas vinculadas al narco.
Pero gracias a la unión entre los diferentes colectivos, esto nos ha hecho ser más visibles. A partir de la creación del Movimiento por Nuestros Desaparecidos, nos juntamos 52 organizaciones en todo el país. Organizaciones algunas de ellas con más de 900 casos o las que tienen cinco. Empezamos a hacer ruido en todos los estados, es muchísima gente la que estamos buscando.
Nuestra fuerza fue obligar al Estado a la creación de una ley que incluso tiene un presupuesto para visibilización. Pues habla de que al Estado no le queda otra alternativa que empezar a decir: sí son muchos, no son criminales. Y si tengo que hacer algo.
En estos nueves años se ha conseguido cambiar la lógica de criminalizar, y una mayor conciencia social de la problemática, hay más apoyo. Ya pasamos el beneficio de la duda. El pueblo ya está cansado y frustrado, pero también está harto. No es lógico que tantos desaparecidos sean criminales.
Ya llegó el momento en que empezamos a exigir, que no puede ser que sean las 12 de la noche y no pueda estar fuera de mi casa porque hay balazos, no puedo viajar en carretera por las maravillosas rutas de mi país, porque me pueden matar, desaparecer o secuestrar. No puede ser que tengamos que enseñar a nuestros niños de la guardería como protegerse de una balacera. ¡No es normal!
Todas estas acciones desde los colectivos empezaron a visibilizar esta problemática, hemos empezado a tocar corazones. Mostrando la realidad de quiénes eran las personas que han desaparecido, qué soñaban, qué anhelaban. Son personas que necesitan el calor de los suyos y ante eso, nadie puede estar ausente, todas conocemos algún caso o lo hemos vivido. Son miles de historias que tenemos que contar, la realidad de quienes eran. Eso nos toca a nosotras.
Vivos se los llevaron, vivos los queremos