¿Cómo nos repartimos la culpa?
El pasado viernes 3 de abril, el presidente de la República de Ecuador, Lenín Moreno, se dirigía a la ciudadanía en cadena nacional y redes sociales con este mensaje: “¡La gravedad del momento exige conciencia y disciplina! No es posible que un promedio del 42% de personas contagiadas haya roto el aislamiento. El #Covid19 no es un problema solo del gobierno ¡es un problema de todos! Hoy más que nunca: ¡#QuédateEnCasa!”
Fotografias: Juan Diego Montenegro, David Gustafsson y Josep Vecino
#QuédateEnCasa es el mensaje que se se convierte en eco a diario, no solo en Ecuador, sino que se repite como un dogma en cientos de idiomas y latitudes. Aparece como un mantra para hacernos partícipes en la lucha contra el covid-19 como la mayor herramienta posible de lucha contra la expansión del virus, lo que ya conocemos como “la curva de contagio”.
En números fríos, que el 42% de personas contagiadas haya roto el aislamiento es una cifra que sorprende y, evidentemente, en esta sincronía mundial de pánico y preocupación, asusta. Pero más allá de estas cifras hay que preguntarse: ¿qué lleva a estas personas a romper con el aislamiento? Se nos llama a tener conciencia y disciplina, a tomar el problema como algo que no es solo del gobierno, sino todas las personas. Pero, ¿Cómo se distribuye esta responsabilidad?
Si afirmamos que estas personas carecen de conciencia y disciplina porque al saltarse las medidas de cuarentena exponen al resto de la población, estamos automáticamente juzgando sin elementos, señalando con nuestro dedo -hoy virtual- lo que consideramos un mal comportamiento, un acto lleno de egoísmo e irresponsabilidad. Nos hemos convertido en garantes del cumplimiento de este nuevo orden, como vigilantes a través de ventanas físicas o virtuales. Somos la nueva “policía de balcón”, armados de celulares, denunciando malos comportamientos y justificando cualquier acción que nos haga pensar que estamos garantizado nuestro propio bienestar.
Nos activamos con cada nuevo horario de toque de queda y, de forma automática, queremos controlar el tránsito de personas y vehículos. En estas nuevas ciudades silenciosas es más fácil detectar voces y salir a espiar a quien no cumple con el aislamiento “voluntario”, lo que llaman #QuédateEnCasa. Somos ayudantes de policías y militares mientras aplaudimos, muchas veces, el exceso de sus funciones y los castigos físicos o denigrantes que propician a los indisciplinados.
Pero ¿realmente nos hemos preguntado qué supone el #QuédateEnCasa? Nadie duda de su efectividad para frenar el contagio, ya no solo de las personas que han de permanecer en cuarentena porque han dado positivo, sino como una medida para ralentizar esta pandemia. Cumplir sin embargo con el aislamiento nos tiene que llevar a pensar si todas las personas pueden cumplir con esta medida.
El silencio es incómodo cuando volteamos la vista hacia quienes siguen manteniendo el funcionamiento de todo lo que permite nuestro aislamiento: desde la persona de Glovo que sirve a domicilio, la que hizo la pizza que nos llegó, los que están al otro lado del mostrador donde nos abastecemos de alimentos, guantes o mascarillas. Igual pasa con aquellas que aplaudimos por estar en primera línea de hospitales o cultivan la tierra que produce los alimentos que llegan a las ciudades.
Si el silencio es incómodo, mirar hacia otro lado es aún peor, pues no pensamos esta medida desde la vida de quienes conforman esa parte de la sociedad innombrable y al mismo tiempo denostada. ¿Cómo se puede cumplir con el #QuédateEnCasa si no tienes casa o no cumple con unas condiciones mínimas? ¿Cómo se puede cumplir con el #QuédateEnCasa si compartes con cinco personas un cuarto que encierra los sinvivires del trabajo informal, de las economías cotidianas?
Hoy, en las ciudades vacías, todas estas personas son más visibles. Son aquellas a las que les comprábamos en los semáforos o en las calles, esas mismas que hemos visto una y otra vez en las noticias sobre el crecimiento de una sociedad empobrecida, esas mismas cuya necesidad las llevó a dejar sus países de origen o a hacer trabajo sexual. La lista sigue creciendo si pensamos en quienes nos sirven la comida, la biela, quienes cuidan la casa y el jardín, quienes pintan, construyen… es un largo etcétera de trabajos que no se pueden hacer desde casa. Cada día se sumarán más personas para las que cumplir con el #QuédateEnCasa se hará más difícil.
La necesidad dada entre el hecho que la gente cumpla con el aislamiento y la respuesta desde el Estado no es equitativa, por lo tanto, tampoco se puede cumplir con la cuota de responsabilidad asignada cuando el peso de la medida choca en un mundo en el que los derechos más básicos se han transformado en privilegios. Ya hemos visto qué pasa, en Guayas por ejemplo, cuando volcamos la culpa de la pandemia a una parte de la sociedad.
Si retomas esas cifras con una lectura más amplia, ves entonces que parte de ese 42% necesita salir porque no dispone de redes para abastecerse de alimentos, y vive de una economía que no le permite seguir manteniendo un lugar donde cumplir la cuarentena, alimentarse u obtener la medicación necesaria. Quizás así llegemos a la conclusión de que el problema no es la falta de conciencia o la indisciplina, sino de que estamos frente a una población históricamente empobrecida a la que no la sacará del problema medidas tardías como los bonos de 60$.
En definitiva, criticamos las aglomeraciones de personas en algunas partes de las ciudades, pero no nos paramos a reflexionar sobre lo que supone vivir en zonas densamente pobladas, con escasos recursos económicos y ausencia de infraestructuras, medios de transporte y actualmente cierre de mercados. La franja horaria antes del toque de queda está provocando mayores aglomeraciones en esa población que vive el día a día, que no es usuaria de grandes supermercados y no puede abastecerse haciendo grandes compras en un solo día, que dedica esas horas (de 5am a 2pm) al trabajo informal, que es lo único que pueden hacer para sobrevivir a la medida del #QuédateEnCasa.
Una vez más la pregunta: ¿Todas las personas pueden cumplir con esta medida?