CRISIS PARALELAS – Movilidad humana venezolana, abandono institucional
Con la serie de textos denominados “Crisis paralelas” daremos visibilidad a las situaciones reales de personas sometidas a una mayor vulnerabilidad, como consecuencia de su situación inicial al momento de la declaración del estado de alarma debido al COVID-19. Se está viviendo en el mundo una crisis sanitaria global asociada a una pandemia que se lleva miles vidas por delante diariamente; un riesgo para la salud al que se encuentra expuesto todo ser humano, pero no todas las personas cuentan con las mismas capacidades para afrontarlo.
Nos preguntamos cuál es la historia detrás de las personas venezolanas en situación de movilidad humana, por ello desde los días 12 y 13 de mayo se han ido recogiendo testimonios del plantón ante la embajada de Venezuela, en Quito (Ecuador).

Juan Diego Montenegro
La mayoría de migrantes sin recursos procedentes de Venezuela cruza por las trochas, pasos fronterizos no regularizados, por los que acceden hasta y desde Perú y Colombia. Para cruzar pagan una cantidad en dinero o en especie a un trocheador, individuo o grupo que les acompaña en el cruce fronterizo marcando las normas de movilidad.
Este es el caso de Jimena (nombre ficticio) que llegó andando desde Lima a Quito, donde se convirtió en vocera del plantón ante la embajada de Venezuela. En su periplo, la vida transcurre en la calle con todas las consecuencias que conlleva, entre las que relata: hacer frente al sol riguroso o al frío inclemente, largas caminatas por el rudo desierto de día y de noche, cruzar las trochas expuesta a todos los peligros, el abandono de las familia cuyos hijos e hijas caían exhaustos, deshacerse de sus pertenencias, sobrevivir a un accidente en el que un camión cisterna arrolló a tres compañeros, subsistir con falta de alimentos y agua, convivir con niños y niñas sin protección. Resumiendo, encontrarse cara a cara con la violencia de la vida en la calle.
Con su grupo arribaron primero a Guayaquil donde se juntaron con más compatriotas, alcanzando Quito unos días después. Ya en la Embajada de Venezuela se encontró con paisanos y paisanas establecidas en Ecuador desde hace años buscando el mismo tipo de ayuda. Su solicitud, que coincide con los reclamos de las personas del platón, se basa en dos opciones: la habilitación de un corredor humanitario que les permita alcanzar su país con seguridad lo más rápido posible, o la facilidad de un transporte humanitario bien sea en autobús o en avión.

David Gustafsson
La condición en la que se encuentra este grupo es precaria. Respecto a las comidas, la situación ha ido mejorando y actualmente reciben alimentos diariamente que distribuyen comenzando por los niños y niñas, mujeres embarazadas, adultos mayores, personas con enfermedades, hasta llegar a las personas adultas no incluidas en los grupos anteriores. Duermen en el suelo, no tienen donde ducharse, y no cuentan con capacidad económica para volver a su país o rentar una habitación. La reacción del funcionariado de la embajada ha molestado profundamente: les citan para entregar planillas de salida, pero les comunican que no hay vuelos disponibles y cancelan la entrega de planillas. El cónsul, a tenor de las palabras recogidas, expresó que “(…) no son de su preocupación, no son su responsabilidad”. Les indican que deben irse, puesto que está prohibido permanecer en la calle, sin embargo no tienen alternativa quienes no cuentan con alojamiento en la ciudad de Quito.
Según los relatos recogidos, Pedro Sazón (nombre recogido en las entrevistas pero no confirmado) se entrevistó con representantes del grupo, quien indicó que no había posibilidad de salir del país ni por aire ni por tierra. Sin embargo, testigos aseguran verle transportar en un vehículo a unas siete u ocho personas hasta el aeropuerto. Según la embajada esa movilidad responde a las peticiones de refugio de algunos ciudadanos, posibilidad que no ha sido ofrecida a las mujeres embarazadas ni a las familias con bebés.
En contextos humanitarios las medidas de contingencia no pueden basarse en la selección en base a la cantidad de recursos económicos del demandante de ayuda. Exigir un requisito económico a quien cuenta con recursos y un lugar donde cobijarse y el mismo requisito a quien vive en la calle, vulnera cualquier principio humanitario. Según varias entrevistadas, “nos dicen que no tenemos plata, y sin plata no interesamos”.

Josep Vecino
La predisposición del grupo es seguir las medidas que ordenen las autoridades, con disposición total a pedir en los semáforos si fuera necesario para poder pagar un pasaje de regreso. De alguna manera volver lo más rápido posible y que las autoridades les ofrezcan una solución, ya que en palabras de una entrevistada “no queremos estar en la calle dando lástima”.
Precisamente esta desprotección juega un papel muy importante en sus vidas, como, por ejemplo, frente a la posibilidad de mantener una vivienda. Muchas personas sufren el desalojo de sus viviendas por impago de la renta o de los servicios, aún con la protección que confiere la denominada Ley Humanitaria, recién aprobada en Ecuador, que no permite el desalojo durante la pandemia. Un entrevistado que ha sido desalojado comentaba que “el pez más grande se come al más chico, y no tienen quien les defienda. Si no nos defiende nuestro propio Gobierno pues quien nos va a defender (…)”.

Juan Diego Montenegro
Una experiencia que se refleja en varios testimonios es la colaboración del Gobierno de Ecuador. Si bien no ha tenido un acercamiento directo, la policía avisó amablemente de las normas de distanciamiento. Incluso ha ofrecido kits de comida sólida, agua y apoyo. En el otro lado de la moneda de las dificultades que deben enfrentar, han destacado la humildad y apoyo del pueblo ecuatoriano y peruano, que cuando han podido les han acogido y les han alimentado. Esta vivencia les anima a seguir el camino hasta Venezuela donde les esperan sus preocupadas familias.

David Gustafsson